Al leer esto te daras cuenta que no hay diferencia entre la generación de Sdom y está. Y tu ¿En donde quieres vivir o donde vives ahora?
El avión se acercaba a Sdom. Desde el aire se veía la más bella de las ciudades, sus calles inmaculadas, sus lagos y fuentes de agua limpia y sus imponentes y artísticas construcciones. Era exactamente como en las postales. No por nada, todos querían visitarla.
Bajando del avión, saqué mi pasaporte del bolsillo y dentro del gentío intenté buscar la fila adecuada para pasar el control de migraciones. El letrero luminoso declaraba a los recién llegados: “Welcome to Sdom - Immigration Service”. Más abajo, los carteles dirigían a los viajeros a las cabinas donde serían atendidos. Las cabinas 1 a 4 estaban reservadas para residentes de Sdom en posesión de su “green card” que los identificaba como tales. Desde la 5 a la 8, estaban destinadas para los visitantes V.I.P. que ostentaban tarjetas de crédito “de oro” o dinero en efectivo suficiente para garantizar que su estadía no significaría un cargo al tesoro nacional que era por cierto muy preciso y no contemplaba la posibilidad de desperdiciar dinero en extranjeros inútiles a la economía local.
Dado que yo venía como representante de una empresa multinacional e invitado especialmente por la gobernación local, me ubiqué en esa fila. Las filas 9 a 12 estaban marcadas para “indocumentados, colectores de limosnas desautorizados y desocupados en búsqueda de trabajo”. Desde mi lugar intenté ver hacia dónde se orientaban a las personas que habían cruzado las cabinas. Todos los que desfilaban por las primeras ocho filas, seguían hacia las limusinas que los esperaban afuera con choferes de guantes blancos.
Los demás, los llevaban a gritos hacia una sala que lucía la inscripción “Sala de instrucción cívica”. Al lado, había otra sala en la que decía: “reincidentes”. Primero pensé que se trataba de los que no habían aprobado la materia en la escuela. Sin embargo, a medida que adelantaba la fila y me acercaba hacia la cabina, escuché que los gritos venían de ambas salas.
De repente, se entreabrió la puerta de la sala y pude alcanzar a divisar las personas que gritaban y algunos elementos de tortura. La puerta se cerró inmediatamente. Algunas personas habrían visto lo mismo que yo e intentaban pasarse de su fila a la nuestra, pero el inspector revisaba minuciosamente los documentos que presentaba cada uno para constatar su autenticidad. Por si acaso, controlé nuevamente mis documentos... ¿mi billetera? ¿mi tarjeta de crédito? ¿dónde la puse? ¡¿dónde la puse?! Empecé a buscar y pensar frenéticamente. ¿La dejé en el avión? ¿Me la olvidé en casa? ¿¡y si no me aceptan los papeles?! Comencé a transpirar profusamente... cuando, imprevistamente, sonó el despertador.
¡Welcome to Sdom!
La sola mención del nombre “Sdom” le hace pasar un escalofrío por la espalda. La Torá está colmada con historias de personas buenas y malas, de su infortunio y destino. Son todas fuentes de enseñanza para nosotros, que pertenecemos a las generaciones posteriores. Sin embargo, la idea de una ciudad que se tornó totalmente hasta que no quedara ningún vestigio de ella, llama profundamente la atención. Algo muy terrible debe haber ocurrido como para que tenga consecuencias de tal magnitud y quede registrado en la Torá para nuestro análisis.
¿Qué hicieron tan terrible?
La gente de Sdom no nació en un vacío histórico. Previamente, la generación del diluvio había sido penada por ladrona y violenta. No respetaban la propiedad y las pertenencias del prójimo. “El que dice lo tuyo es mío, y lo mío es mío, es un malvado” (Pirkei Avot 5:13).
Le siguió la generación de la construcción de la Torre de Bavel y a la posterior dispersión. No respetaron la individualidad moral del ser humano y fue su gesta rebelarse colectivamente en contra de D”s. “El que dice lo tuyo es mío, y lo mío es tuyo, es un ignorante”. Luego de la dispersión los habitantes de Sdom tomaron el lugar más fértil y económicamente privilegiado de toda la tierra. A escasos 52 años desde su fundación, no sentían que fuese su rol compartir esta ventaja con toda la humanidad. En fin, nunca podría una ciudad sola, resolver el problema de la desocupación y miseria de todo el planeta. Decidieron pues, imponer leyes de inmigración estrictas para evitar el constante flujo de personas desafortunadas que llegaban a la ciudad para probar su suerte allí.
Ahora bien. La ambición es una condición humana no poco frecuente. ¿Es, sin embargo, tan grave como para ser sancionada de modo tan severo?
Veamos cómo examina la misma Mishná que mencionamos anteriormente la naturaleza de Sdom. “El que dice lo tuyo es tuyo, y lo mío es mío, es una persona promedio, y hay quienes dicen que esa era la característica de Sdom”. La avaricia suele ser una característica “promedio”. Promedio denota que es corriente. Lo cual no significa, en absoluto, que esté bien. La gran mayoría de la gente se ofendería si la tildaran abiertamente de avara. Es muy probable que no dirían las palabras textuales y contundentes: “lo mío es mío, lo tuyo es tuyo”. Pero, hay modos más sutiles de expresar estos sentimientos. Por ejemplo: “vos te tenés que ocupar de lo tuyo”, “no quiero que me pasen por encima”, “vos ofrecés un dedo y te llevan toda la mano”, “se están aprovechando de vos”, “una cosa es ser bueno, otra es ser tonto”.
La sociedad inventó muchas maneras de manifestar la falta de colaboración sin que uno se deba sentir culpable o mezquino. El común de la gente sostiene, entonces, que vivir bajo la norma de lo aceptado por la sociedad es correcto. Si una persona sale de la norma y una vez de cada tanto da algo de sí, entonces, por eso solo, se siente que ya es un santo. Ese sentimiento es un exponente de la mediocridad ordinaria de la sociedad.
Sin embargo, mientras esto es una cuestión particular de cada uno, aun con lo grave que es, no llega a compararse con lo acontecido en Sdom. En Sdom, la actitud aislacionista y xenófoba era la política oficial del estado. No querían personas necesitadas en su “country exclusivo”, porque quedaba mal, porque los haría sentir culpables y porque no querían gastar lo que sentían les pertenecía.
La mezquindad hacia terceros no solo era legal, sino ¡obligación cívica! Aun los propios Sdomitas serían castigados en caso de violar esta ley. Si todo esto nos parece lejano a la realidad, recordemos que los decretos antisemitas de Nüremberg, también fueron redactados por abogados expertos. La ley nunca puede ser espiritualmente superior a quien la redacta. En todo caso es peor, pues mientras una persona que está obrando fuera de la ley puede tomar conciencia del hecho de que está obrando mal, al momento de redactar leyes corruptas, esto le da un aire de urbanidad y civismo a la maldad.
Al describir la naturaleza de Sdom, los exegetas Onkelos y Rash”í explican el versículo que los describe como“inicuos y perversos”: “inicuos - con sus bienes, perversos - con su carne” (otras opiniones invierten el orden de ambos males - Bereshit 13:13) Es decir, que en su conducta se sumaba la ofensa de la avaricia con el descaro en la lujuria.
¿Existe alguna relación entre ambas impertinencias, o simplemente fue coincidencia que su comportamiento fallara en estos dos frentes?
Probablemente exista una relación íntima entre ambos males: tanto la inclinación a no compartir lo propio, como la búsqueda de placeres físicos provienen de la falta del reconocimiento de la Autoridad absoluta de D”s y de la consecuente soberbia humana que se cree poderlo todo. Hoy en día también los países desarrollados creen que son superiores por poseer economías más firmes y, no por casualidad, se convirtieron en el ejemplo de la corrupción moral más indigna que abarca públicamente a las familias monárquicas y a los mandatarios más célebres y poderosos, sin que esto causara la más mínima señal de vergüenza. El hedonismo y el egoísmo nacen de la misma fuente idólatra en aquel entonces, al igual que hoy.
Los habitantes de Sdom no podían creer lo que estaba por ocurrir: cuando Lot, sobrino de Avraham intentó anunciar la inminente destrucción a sus yernos, éstos se le rieron en la cara retrucándole: “¡hay música y alegría en este sitio, y tú hablas de catástrofe!” La altanería humana no admite, en su arrogancia, la contingencia de su derrumbe. (Bereshit 19:14)
Al otro extremo del espectro moral estaba Avraham el prototipo de: “El que dice lo mío es tuyo, y lo tuyo es tuyo, es el piadoso”. Avraham construyó el primer pilar de generosidad, sobre el cual se basaría el futuro pueblo de Israel.
Daniel Oppenheimer
Dado que yo venía como representante de una empresa multinacional e invitado especialmente por la gobernación local, me ubiqué en esa fila. Las filas 9 a 12 estaban marcadas para “indocumentados, colectores de limosnas desautorizados y desocupados en búsqueda de trabajo”. Desde mi lugar intenté ver hacia dónde se orientaban a las personas que habían cruzado las cabinas. Todos los que desfilaban por las primeras ocho filas, seguían hacia las limusinas que los esperaban afuera con choferes de guantes blancos.
Los demás, los llevaban a gritos hacia una sala que lucía la inscripción “Sala de instrucción cívica”. Al lado, había otra sala en la que decía: “reincidentes”. Primero pensé que se trataba de los que no habían aprobado la materia en la escuela. Sin embargo, a medida que adelantaba la fila y me acercaba hacia la cabina, escuché que los gritos venían de ambas salas.
De repente, se entreabrió la puerta de la sala y pude alcanzar a divisar las personas que gritaban y algunos elementos de tortura. La puerta se cerró inmediatamente. Algunas personas habrían visto lo mismo que yo e intentaban pasarse de su fila a la nuestra, pero el inspector revisaba minuciosamente los documentos que presentaba cada uno para constatar su autenticidad. Por si acaso, controlé nuevamente mis documentos... ¿mi billetera? ¿mi tarjeta de crédito? ¿dónde la puse? ¡¿dónde la puse?! Empecé a buscar y pensar frenéticamente. ¿La dejé en el avión? ¿Me la olvidé en casa? ¿¡y si no me aceptan los papeles?! Comencé a transpirar profusamente... cuando, imprevistamente, sonó el despertador.
¡Welcome to Sdom!
La sola mención del nombre “Sdom” le hace pasar un escalofrío por la espalda. La Torá está colmada con historias de personas buenas y malas, de su infortunio y destino. Son todas fuentes de enseñanza para nosotros, que pertenecemos a las generaciones posteriores. Sin embargo, la idea de una ciudad que se tornó totalmente hasta que no quedara ningún vestigio de ella, llama profundamente la atención. Algo muy terrible debe haber ocurrido como para que tenga consecuencias de tal magnitud y quede registrado en la Torá para nuestro análisis.
¿Qué hicieron tan terrible?
La gente de Sdom no nació en un vacío histórico. Previamente, la generación del diluvio había sido penada por ladrona y violenta. No respetaban la propiedad y las pertenencias del prójimo. “El que dice lo tuyo es mío, y lo mío es mío, es un malvado” (Pirkei Avot 5:13).
Le siguió la generación de la construcción de la Torre de Bavel y a la posterior dispersión. No respetaron la individualidad moral del ser humano y fue su gesta rebelarse colectivamente en contra de D”s. “El que dice lo tuyo es mío, y lo mío es tuyo, es un ignorante”. Luego de la dispersión los habitantes de Sdom tomaron el lugar más fértil y económicamente privilegiado de toda la tierra. A escasos 52 años desde su fundación, no sentían que fuese su rol compartir esta ventaja con toda la humanidad. En fin, nunca podría una ciudad sola, resolver el problema de la desocupación y miseria de todo el planeta. Decidieron pues, imponer leyes de inmigración estrictas para evitar el constante flujo de personas desafortunadas que llegaban a la ciudad para probar su suerte allí.
Ahora bien. La ambición es una condición humana no poco frecuente. ¿Es, sin embargo, tan grave como para ser sancionada de modo tan severo?
Veamos cómo examina la misma Mishná que mencionamos anteriormente la naturaleza de Sdom. “El que dice lo tuyo es tuyo, y lo mío es mío, es una persona promedio, y hay quienes dicen que esa era la característica de Sdom”. La avaricia suele ser una característica “promedio”. Promedio denota que es corriente. Lo cual no significa, en absoluto, que esté bien. La gran mayoría de la gente se ofendería si la tildaran abiertamente de avara. Es muy probable que no dirían las palabras textuales y contundentes: “lo mío es mío, lo tuyo es tuyo”. Pero, hay modos más sutiles de expresar estos sentimientos. Por ejemplo: “vos te tenés que ocupar de lo tuyo”, “no quiero que me pasen por encima”, “vos ofrecés un dedo y te llevan toda la mano”, “se están aprovechando de vos”, “una cosa es ser bueno, otra es ser tonto”.
La sociedad inventó muchas maneras de manifestar la falta de colaboración sin que uno se deba sentir culpable o mezquino. El común de la gente sostiene, entonces, que vivir bajo la norma de lo aceptado por la sociedad es correcto. Si una persona sale de la norma y una vez de cada tanto da algo de sí, entonces, por eso solo, se siente que ya es un santo. Ese sentimiento es un exponente de la mediocridad ordinaria de la sociedad.
Sin embargo, mientras esto es una cuestión particular de cada uno, aun con lo grave que es, no llega a compararse con lo acontecido en Sdom. En Sdom, la actitud aislacionista y xenófoba era la política oficial del estado. No querían personas necesitadas en su “country exclusivo”, porque quedaba mal, porque los haría sentir culpables y porque no querían gastar lo que sentían les pertenecía.
La mezquindad hacia terceros no solo era legal, sino ¡obligación cívica! Aun los propios Sdomitas serían castigados en caso de violar esta ley. Si todo esto nos parece lejano a la realidad, recordemos que los decretos antisemitas de Nüremberg, también fueron redactados por abogados expertos. La ley nunca puede ser espiritualmente superior a quien la redacta. En todo caso es peor, pues mientras una persona que está obrando fuera de la ley puede tomar conciencia del hecho de que está obrando mal, al momento de redactar leyes corruptas, esto le da un aire de urbanidad y civismo a la maldad.
Al describir la naturaleza de Sdom, los exegetas Onkelos y Rash”í explican el versículo que los describe como“inicuos y perversos”: “inicuos - con sus bienes, perversos - con su carne” (otras opiniones invierten el orden de ambos males - Bereshit 13:13) Es decir, que en su conducta se sumaba la ofensa de la avaricia con el descaro en la lujuria.
¿Existe alguna relación entre ambas impertinencias, o simplemente fue coincidencia que su comportamiento fallara en estos dos frentes?
Probablemente exista una relación íntima entre ambos males: tanto la inclinación a no compartir lo propio, como la búsqueda de placeres físicos provienen de la falta del reconocimiento de la Autoridad absoluta de D”s y de la consecuente soberbia humana que se cree poderlo todo. Hoy en día también los países desarrollados creen que son superiores por poseer economías más firmes y, no por casualidad, se convirtieron en el ejemplo de la corrupción moral más indigna que abarca públicamente a las familias monárquicas y a los mandatarios más célebres y poderosos, sin que esto causara la más mínima señal de vergüenza. El hedonismo y el egoísmo nacen de la misma fuente idólatra en aquel entonces, al igual que hoy.
Los habitantes de Sdom no podían creer lo que estaba por ocurrir: cuando Lot, sobrino de Avraham intentó anunciar la inminente destrucción a sus yernos, éstos se le rieron en la cara retrucándole: “¡hay música y alegría en este sitio, y tú hablas de catástrofe!” La altanería humana no admite, en su arrogancia, la contingencia de su derrumbe. (Bereshit 19:14)
Al otro extremo del espectro moral estaba Avraham el prototipo de: “El que dice lo mío es tuyo, y lo tuyo es tuyo, es el piadoso”. Avraham construyó el primer pilar de generosidad, sobre el cual se basaría el futuro pueblo de Israel.
Daniel Oppenheimer
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