EN EL CORAZÓN del hospital Maayanei HaYeshuá de Bnei Brak, se estudia la Torá en
un kolel (Seminarios de Torá) muy especial. Establecido por el Dr. Moshé Rothschild,
fundador del hospital, el kolel fue designado para que un grupo de talmidei jajamim
(estudiosos sobresalientes) estudien los complejos aspectos relacionados con las halajot
(leyes) de las distintas situaciones que se presentan en el hospital.
Rabí Israel Zijerman shlita, el Rab de Brajfeld, Kiriat Sefer, es un ex miembro de ese
kolel. Mientras formaba parte del kolel, él conoció a un médico que acababa de hacer
aliá desde los Estados Unidos. Ese hombre había crecido en una familia completamente
asimilada, en una zona del país totalmente carente de judaísmo. El Rab Zijerman sintió
curiosidad por saber qué había inspirado a un hombre como él a volver a las fuentes, y el
médico, de muy buen gusto, aceptó compartir con él una historia extraordinaria.
* * *
Hace aproximadamente dieciocho años atendí a un paciente terminal, cuyo cuerpo poco
a poco iba dejando de funcionar; no cabía ninguna duda de que tenía los días contados.
Luego de debatir el caso con diversos especialistas, les presenté al paciente y a su
familia la siguiente opción: existía la posibilidad de someterlo a una complicada cirugía
que podría prolongarle la vida seis meses más, pero sería un procedimiento caro y muy
doloroso.
Nunca me resulta fácil cuando debo dejar que mis pacientes tomen decisiones tan
difíciles. Yo comprendí el angustiante dilema que había depositado sobre los hombros
de ese pobre hombre y esperé tenso su respuesta. "No es una decisión que pueda tomar yo solo", respondió con calma el hombre. "Rabí
Moshe Feinstein es el único que puede responder a este interrogante".
Entonces, me ofrecí a acompañarlo y a presentar personalmente las complicaciones del
caso ante el Rab Feinstein. En realidad, debo admitir que mi ofrecimiento no estaba libre
de motivos ulteriores: yo estaba interesado en ver cómo resolvía el Rab esa situación.
Era la primera vez que tenía la oportunidad de consultar a un Rabino tan importante.
Con gran respeto, yo le presenté el tema, sin olvidar ningún detalle, explicando las
dificultades que éste comprendía.
Y lo que ocurrió a continuación quedará por siempre grabado en mi memoria: después
de escuchar todo con suma atención, el Rab Feinstein se puso a llorar.
Él lloró con
lágrimas verdaderas, lágrimas de dolor, de amargura; su llanto se podía oír en toda la
habitación y se prolongó unos veinte minutos. Como profesional, sé que gradualmente
uno aprende a tomar distancia y que los años de experiencia anulan nuestra sensibilidad.
Sin embargo, ese Rab, que se entrevistaba a diario con una innumerable cantidad de
personas, se había emocionado intensamente ante la situación que atravesaba mi
paciente, a pesar de que éste no era ni pariente suyo ni un discípulo cercano, sino sólo un
alumno de muchos años atrás.
Finalmente, Rab Moshe dijo que antes de tomar una decisión con respecto a un tema tan
difícil, necesitaba un día para meditar detenidamente sobre el caso.
Al día siguiente ambos regresamos a ver a Rab Moshe, quien nos saludó cálidamente, y
con confianza y serenidad le dijo al paciente: "Sométete a la cirugía. Todos vamos a
rezar por ti y Le pediremos a Hashem que te otorgue muchos años más de vida".
La expresión de mi rostro debe de haber revelado mi escepticismo, porque luego el Rab
Feinstein me dijo: "Durante los seis meses de vida que esta cirugía le otorgará a nuestro
amigo, él podrá responder Amén a muchas berajot y cada Amén creará para él un ángel
guardián. Entonces, estos ángeles saldrán en su defensa en la Corte Celestial y gracias a
su mérito se le otorgará una larga vida".
Al terminar su relato, el médico explicó: "Ese encuentro con el tzadik y su respuesta a mi
pregunta me tocó algo en el corazón. ¡Imagínese! No cabía duda de que el Rab Feinstein
había comprendido la penosa experiencia que este paciente terminal debería enfrentar y
de todas formas, él entendió que valía la pena que el paciente viviera un poquito más
para que pudiera pronunciar unas pocas palabras. Aún más, ¡el Rab Feinstein creía que
estas palabras podrían alterar el curso de la naturaleza! En ese momento comprendí que debía haber algo más profundo con relación al cumplimiento de la Torá y las mitzvot. En efecto, aquel paciente superó durante varios años el sombrío pronóstico.
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