martes, 5 de septiembre de 2017

Pirkei Avos C.2, Mishna 1a

"Rabí [Yehuda haNasi] dijo: 

¿Cuál es el camino recto que debe elegir el hombre para sí mismo? Todo [camino] que es bello para quien lo hace y lo embellece ante su prójimo. Sé cuidadoso tanto con las mitzvot menos importantes como con las de mayor importancia, ya que tú no sabes la recompensa de las mitzvot. 



Calcula la pérdida que conlleva una mitzvá en contraposición con su recompensa, y la ganancia de una transgresión en contraposición con su pérdida. Observa tres cosas y no vendrás a pecar: Sabe qué es lo que hay por sobre ti: un ojo que ve, un oído que escucha, y todas tus acciones en el libro son registradas".

Un corazón roto

La inclinación al bien requiere la alegría de la Torá; la inclinación al mal, la alegría del vino, la inmoralidad, y el orgullo.

Hemos aprendido que el hombre debe siempre despertar en sí mismo la buena inclinación en contra de la inclinación al mal.

Si el mal se aleja, muy bien; pero si no, entonces se debe estudiar más Torá , porque no hay nada como el poder de la Torá para romper la mala inclinación. Pero si el mal no se aleja, entonces el hombre debería recordar el día de su muerte con el fin de romper su inclinación al mal. Tenemos que estudiar más a fondo.

Sin duda, hemos aprendido que el hombre necesita que se le recuerden sus días (sus actos) con el fin de romper su corazón, porque la inclinación al mal habita sólo en un lugar donde la intoxicación por el vino y el orgullo no dan cabida a la santidad. 



Cuando el espíritu de una persona se quebranta, entonces se aparta del mal y no le da más cabida. Por lo tanto, el hombre debe recordar el día de su muerte, para que pueda ser quebrantado su espíritu y la inclinación al mal desaparezca.

¡Ven y mira! La inclinación al bien que quiere y anhela la alegría que proporciona la Torá, a diferencia de la inclinación al mal que solo encuentra supuesta alegría en el vino, adulterio, orgullo e idolatría.

Por lo tanto, un hombre siempre debe oponerse a ella [a su inclinación al mal] por el solo hecho de mencionar aquel gran día [el último día antes de la muerte], el día del juicio, el día de saldar cuentas, pues no hay nada que proteja al hombre, excepto las buenas acciones que realiza en este mundo.

Fragmento basado en Zohar Miketz 202a


sábado, 2 de septiembre de 2017

Parashá - Ki Tavó -

El Talmud (Shabat 133b), indica que la Mitzvá de “Transitar el camino de Di-s” (Vehalajta Bidrajav, Devarim 28:9, la Parashá de esta semana), se cumple imitando la conducta del Todopoderoso. ¿Cómo es eso posible? El Talmud responde que siendo misericordioso y compasivo, tal como lo es el Santo Benito Sea.

Rabí Moshe Cordobero, en su célebre Tomer Devorá, va un poco más lejos y dice que no sería apropiado que el hombre, creado a imagen y semejanza de Di-s, sólo se Le parezca en el aspecto con el que fue creado y no en su forma de actuar. Un hombre que se comporta como las criaturas que se encuentran por debajo de su categoría, está degradando precisamente su condición de hombre y su potencial espiritual. Es por eso, dice el Tomer Devorá, que Hashem nos ordena en la Torá emular Su comportamiento.

Rabí Moshe Cordobero se explaya en la descripción de cada uno de los trece atributos Di-vinos de misericordia (a los cuales apelamos repetidas veces en los Selijot y muchísimas en Iom Kipur) y la forma que tiene el hombre de copiar ese comportamiento en el trato con el prójimo.

Para citar uno como ejemplo, podemos mencionar el primero:

Mi E-l Kamoja.

Sabemos que Di-s creó al Universo con un propósito y nos creó a los seres humanos para que ayudemos a llevarlo hacia esa meta. Para poder hacerlo, Di-s nos da cada instante el hálito de vida, además de salud física, mental, etc. Ahora bien, ¿qué pasa cuando Di-s advierte que estamos por utilizar los medios que Él Mismo nos otorga, para hacer algo contrario a Su voluntad? Nosotros, si estuviésemos en una posición parecida con un subordinado, seguramente privaríamos a esa persona de los medios que le otorgamos y le diríamos: “si deseas ofenderme, hazlo; pero no con las herramientas que yo mismo te proporciono”. Perfectamente lógico y justo.

Sin embargo, Di-s no es así con nosotros. Él, con Su infinita Indulgencia, nos observa pecar contra Su voluntad no una, sino incontables veces, y no nos deja de suministrar todo de lo que nos provee. Esto no significa que no haya justicia; en algún momento deberemos responder por nuestras acciones, pero Di-s es paciente y nos sigue abasteciendo de las condiciones necesarias para que eventualmente recapacitemos y retornemos a Él.

Del mismo, modo, dice Rabí Moshe Cordobero, el hombre en aras de imitar esta conducta Di-vina, debe aprender a soportar humillaciones pacientemente y no tomar represalias contra quien le ofende.

Los grandes Tzadikim solían estudiar asiduamente el Tomer Devorá durante el mes de Elul. Si existen las “segulot” (acciones auspiciosas) para salir airosos en un juicio ante el Todopoderoso, cumplir lo que dice el Tomer Devorá seguro es una de ellas. Si llevamos a cabo lo que allí dice, además de mejorar en muchísimos aspectos de nuestra vida, podremos adquirir legítimamente el derecho a la clemencia del Todopoderoso en estos Iamim Noraím, días de Temor.

Daniel Oppenheimer

Adon Haselijot





jueves, 31 de agosto de 2017

Yétzer Hatob Vs. El Yétzer Hará:

En cierta ocasión Rabí Ezra Hamui, de Aleppo, Siria, oyó a dos hombres hablando en la Jazará (repetición de la amidá).
Decidió reprochar sin ofender a los conservadores; en su siguiente discurso dijo el siguiente Mashal (parábola):
Se encontraron el Yétzer hatob (la inclinación hacia el bien) y el Yétzer hará (la inclinación que induce al mal) y uno le propuso al otro, "siempre nos peleamos por la misma gente, es una pérdida de energía estar siempre en pugna. Yo ataco a la gente en cierto territorio y tú en otro, así no tendremos más disputas entre nosotros".
Éste es el acuerdo que pactaron: Los centros de estudio de Torá y las sinagogas serán territorio del Yétzer hatob, mientras que los cafés y los cines estarán bajo el dominio del Yétzer hará.
Todo funcionó bien hasta que un buen día el Yétzer hatob encontró al Yétzer hará en su territorio, le dijo, "tenemos un acuerdo, ¿qué haces en la sinagoga?".
Le respondió el Yétzer hará, "tienes razón, parece un Bet Hakneset, pero, oye, mira, la gente está hablando, hacen chistes, cuentan chismes, se ríen frívolamente, hablan de negocios y cuentan lashón hará... no creo que esto sea una sinagoga... ¡es mi territorio!"
Así concluyó R. Hamui su discurso, la gente comprendió... ¿también comprendemos nosotros?
Celular en el Bet Hakneset:
Últimamente, el Yetzer Hará ha encontrado la manera, de que cada uno de nosotros lo introduzcamos al Bet Hakneset, con nuestro consentimiento. ¿Cuántas veces no hay alguna persona estudiando Torá, concentrado en su Tefilá, o escuchando alguna clase de Torá; y en ese preciso momento, suena el celular y la persona se desconcentra, el otro deja de estudiar y por último, hace Bitul Torá con varias personas.
No es correcto para la gente que se tarda en concentrarse y se esfuerza para estudiar con constancia, en que a la mitad de su esfuerzo, suene un celular de otra persona y estos provocan un mal en la gente; el tiempo que se interrumpió (esos pocos segundos) nunca volverán, y el Bitul Torá que se hizo, no se podrá regresar.
Salomon Michan M.


Parashat Ki Tesé

Hay dos maneras de educar a los niños, uno de los cuales es muy eficaz, y uno de los cuales es muy ineficaz. La manera ineficaz -pero generalmente más intuitiva- es decirles a los niños lo que deben hacer. Más a menudo, esto sólo provoca resentimiento y retroceso.
La manera efectiva de educar a los niños es modelar el comportamiento deseado, que es mostrarles la manera correcta de actuar. Los niños aprenden mucho más eficazmente con sus ojos que con sus oídos.
Aprenden de mirarnos, no diciéndoles qué hacer. La expresión dice: "Practica lo que predicas". Yo sugeriría modificar esta expresión para que diga: "Práctica, y luego no tienes que predicar".
Las acciones hablan más que las palabras y por lo tanto, nuestro mayor activo en influenciar a nuestros hijos es El ejemplo personal que ponemos, exhibiendo el tipo de comportamiento que queremos que nuestros hijos emulen.


sábado, 26 de agosto de 2017

Res. de la Parashá Shoftim

Moshé procedió a repasar las normas necesarias para asegurar las condiciones de una sociedad civilizada. En cada ciudad debían nombrarse jueces y funcionarios locales, y la justicia debía ser administrada correcta e imparcialmente. 
En consecuencia, un juez tenía prohibido mostrar parcialidad o aceptar sobornos. Si un juez local encontrara un caso muy difícil de resolver, debía derivarlo a una autoridad superior, es decir, a los cohanim y la Suprema Corte, con asiento en el Santuario. Su decisión era definitiva y la negativa a acatarla podía ser castigada con la muerte.
El pecado de idolatría, determinado luego de una amplia investigación, era castigado con la muerte por apedreamiento. El acusado no podía ser condenado por el testimonio de un solo testigo. Se requerían por lo menos dos, los cuales eran los primeros en llevar a cabo la ejecución.
Moshé vaticinó que llegaría el tiempo en que los judíos desearían que los gobernara un rey, como ocurría con otras naciones. Cuando esto suciediera, el rey debería ser un israelita nativo elegido por D-s. No debería abusar de su poder para acopiar muchos caballos, mantener un harén o acumular grandes riquezas, y tendría que escribir una copia de la Torá, de modo que fuera temeroso de D-s y observante de la Ley.
Después de enumaerar los presentes que debían recibir los sacerdotes para su sostén, Moshé dispuso que si un cohén de otra ciudad llegara al Santuario, se le permitiría oficiar junto con los demás cohanim y obtener parte de los obsequios que estos recibían.
La Torá prohibe todas las formas de superstición y "magia" practicadas por un adivino. Israel no tenía necesidad de recurrir a tales trucos pues el Señor le proveería de inspirados profetas surgidos de entre los propios israelitas. Ellos debían comunicarles la voluntad de D-s. Los falsos profetas que hablaran en nombre de ídolos debían ser castigados con la muerte. El falso vidente podía ser descubierto al no cumplirse sus predicciones.

La remoción de un mojón para ampliar una propiedad era considerada robo. Antes de que alguien pudiera ser convicto de un crimen, su acto criminal debían ser confirmado por dos testigos, por lo menos. Si se descubría que un testigo había levantado falso testimonio, debía recibir el castigo destinado a la víctima inocente.
Los israelitas no debían atemorizarse antes de entrar en batalla contra un enemigo poderoso, pues el Señor los protegería. Tres categorías de hombres estaban exceptuados del servicio militar: el que recién habían construido una casa y aún no la había inaugurado; el que habían plantado un viñedo pero no había alcanzado a disfrutar de su producción, y el recién casado.
Antes de atacar una ciudad hostil, Israel debía tratar de negociar una entrada pacífica, en cuyo caso los habitantes se convertirían en sus subordinados. 

Sólo si este intento pacífico fracasara, podía emprenderse la guerra. Si Israel venciese, todos los hombres del ejército enemigo serían ejectuados, pero sus mujeres e hijos serían dejados con vida. No debían destruirse los árboles frutales durante un asedio si había otros alimentos disponibles, a fin de que continuaran beneficiando a los nuevos habitantes de la ciudad conquistada.
Si se encontraba en el campo el cuerpo de una persona asesinada y no se podía descubrir al asesino, la responsabilidad por el asesinato recaía sobre la ciudad más cercana a la escena del crimen. Como expiación, los jueces y ancianos de la ciudad, actuando en nombre de los demás habitantes, debían sacrificar una vaquilona joven en un valle no cultivado por el que pasaba una corriente de agua. Entonces debían lavarse las manos en presencia de cohanim, atestiguar que de ningún modo eran responsables por el asesinato y rezar solicitando el perdón del S-ñor.