miércoles, 18 de noviembre de 2015

Sea honesto… aunque se sienta molesto

Acerca del modo de trabajar, nos dice el Ramba”m (Hil. Sejirut 13:7):

“Del mismo modo en que el empleador debe ser cuidadoso con el pago de jornales a sus empleados, así deben estos ser escrupulosos en no perder tiempo de trabajo."


Ia’acov debió escapar de su casa para protegerse de su hermano Eisav que quería matarlo por llevarse la bendición del padre (que Eisav especulaba sería para él).
Con la recomendación de su madre y la bendición paterna, salió rumbo a la casa de su tío Laván, que vivía en Aram Naharaim (hoy Irak), de donde eran oriundos su madre Rivká, y su abuelo Avraham.
En el al camino - al pasar por el sitio en el que su padre Itzjak había sido ofrecido en la Akeidá - Ia’acov recibió en sus sueńos una bendición y una promesa de protección de parte del Todopoderoso.

Efectivamente, lo que le aguardaba en casa de su tío Laván no sería fácil ni simple, tanto a nivel material como en el sentido espiritual, pues Laván era un “profesional del engańo”.

El propósito manifiesto de Ia’acov - sin embargo - era cumplir con la orden de su padre Itzjak: casarse con una de sus primas.
Después de un mes de trabajar en forma voluntaria y gratuita en casa de Laván, éste le ofreció un pago.
Ia’acov propuso entonces trabajar siete ańos cuidando el ganado del tío, para casarse con Rajel, su prima. El tío aceptó sin titubear (parece ser buen negocio el hecho de no tener que aportar dote y que - además - trabajen por casarse con su hija). Al cabo de los siete ańos - en la misma noche de bodas, - engańó a Ia’acov y lo casó con Lea, su otra hija.

żCómo sucedió eso?
Laván tomó a su hija Leá en lugar de Rajel y la condujo al casamiento, vestida de novia y, por supuesto, con velo sobre el rostro.
Recién al otro día, Ia’acov notó que era Leá. No nos extrańa de Laván, pues ya sabemos que era mentiroso y pudo así lograr que Ia’acov trabaje para él siete ańos adicionales gratis…(por Rajel).
żY Rajel - dónde estaba?
Dicen los Sabios (Bava Batra 123.), que Rajel colaboró con el deshonesto plan del cual se enteró a último momento, a pesar de que podría temer que Ia’acov se enojara y renunciara a casarse con ella por haber colaborado en la artimańa.
Sabiendo que el padre era embustero, Ia’acov y Rajel habían pactado contraseńas previamente para darse a conocer y evitar así los potenciales ardides de Laván.
Sin embargo, cuando se sucedieron los hechos y Rajel vio que conducían a su propia hermana Leá, dijo para sí: “Ahora mi hermana va a sufrir vergüenza”.
De inmediato, transmitió a Leá la información acordada con Ia’acov a su hermana y la salvó de ridiculizarse públicamente.
Luego de las protestas de Ia’acov, Laván “se acordó” de decirle que, la costumbre local, era que no se casaba la hermana menor antes que la mayor…

żQué sucedería ahora con Rajel?
Para Laván eso no representaba un problema. Se la daría también a Ia’acov por el (módico precio) del trabajo de los próximos siete ańos. Ia’acov, aun con todo lo que había sucedido, aceptó. 
Uno hubiese pensado que los segundos siete ańos impuestos por su tío-suegro, los hubiese cumplido refunfuńando, o al menos con menor ahínco que los primeros, que habían sido sugeridos por él mismo.
Sin embargo, los Sabios comparan ambos períodos: “así como los iniciales fueron con lealtad, igualmente lo fueron los últimos” (Midrash Rabá, Bereshit 70:20).

Transcurrieron los otros siete ańos. Ia’acov ahora quería regresar con su familia - que ya contaba con once hijos - a la casa de su padre en Cna’an. Pero Lavan no estaba dispuesto a perder un empleado tan eficiente y - finalmente - ofreció una remuneración material por el trabajo de Ia’acov.
Aun así, Laván no perdió oportunidad de seguir intentando aprovecharse de la benevolencia y del espíritu trabajador de su sobrino. Corrieron otros seis ańos en los que Ia’acov trabajaría por un sueldo que surgiría a partir del aspecto (color de las manchas del cuero) de la cría que tendrían los animales del rebańo de Laván desde aquel momento en adelante.
Pero, cuenta la Torá, cuando Laván advirtió que Ia’acov prosperaba gradualmente, no toleró que a su yerno “le vaya bien”, lo engańó y le modificó las condiciones de pago decenas de veces.

Mantener la paciencia en tal situación, es más de lo que la mayoría de nosotros estaríamos dispuestos a aceptar. La traición, más aun viniendo de un tío-suegro, nos haría “explotar” en cualquier instante.

En conclusión, llegó el momento impostergable de irse. La situación “no daba para más” y había quedado pendiente la promesa de Ia’acov a la que se obligó al salir de casa dar el diezmo cuando prosperara y el precepto de estar cerca de su padre para respetarlo.
A su vez, D”s ordenó a Ia’acov que vuelva a su tierra natal, lo cual él refrendó comunicándoselo a sus esposas.
“Uds. saben que con toda mi fuerza serví a vuestro padre. Sin embargo, él se burló de mí y modificó mi sueldo decenas de veces, pero D”s no permitió que me pueda causar dańo…” (Bereshit 31:7).
De inmediato, ambas - Rajel y Leá - asintieron decisivamente.
Ia’acov, quien a esta altura de los acontecimientos, sabía “con qué bueyes araba”, reunió a su familia y emprendió el viaje, mientras Laván se hallaba en el campo esquilando sus ovejas.

Pero la familia de Ia’acov no llegó a transitar mucho.
Laván lo persiguió, con la intención de eliminar a toda la familia (que incluía a sus propias hijas y nietos) - y hasta los amenazó encubiertamente, advirtiéndoles que estaba en su derecho hacerlo… si no fuese porque D”s le amonestó la noche anterior que no tocara la familia de Ia’acov.
Sin embargo, las palabras - siempre falaces - de Laván cuando alcanza a Ia’acov son las de un pobre abuelo dolido e injuriado porque no se le dio la oportunidad de despedirse decorosamente de sus hijas y nietos…(Bereshit 31:27).

Rajel, por su lado y sin contarle nada a su marido, había quitado las estatuillas de la casa de su padre para apartar a este de la idolatría, razón por la cual Laván ahora revisó todos los bultos con las pertenencias de Ia’acov y su familia, a fin de cerciorarse si habían llevado algo de su casa.

En veinte ańos de convivencia, es imposible que no se hubieran mezclado algunos utensilios de una familia con los de la otra (R.Sh.R. Hirsch sz”l)…
Sin embargo, la pesquisa dio resultado negativo. ˇNo hubo nada ajeno!
Una vez concluida esta investigación humillante, le tocó el turno a Ia’acov de enojarse. “Va’ijar leIa’acov” (y Ia’acov se enojó).
żQué le dijo a Laván?

Sinceramente, le podía haber dicho de todo y con justa razón. Sin embargo, no hubo nada de eso.
“żCuál es mi infracción y mi pecado, que me estás persiguiendo? Buscaste entre todos mis utensilios…żQué encontraste de lo que te pertenece...?
En todo el discurso de Ia’acov, no percibimos una sola palabra de recriminación. Únicamente se defendió de la actitud que tomó Laván y nada más. Para nuestros parámetros, eso parecería ser una posición débil - pero no para la Torá.

“Se reconoce a la persona “be’kisó, be’kosó u’vka’asó” - a través de su bolsillo (cómo utiliza - o malgasta - su dinero), de su copa (cómo bebe y come) y de su enojo (por qué cosas se enfada y cómo controla su ira).”
Es más, no solo se da a conocer el carácter de la persona, sino que se considera una de las virtudes más sublimes el poder dominarse en momentos de adversidad.
“El mundo no se mantiene, sino por aquellos que saben callar en momentos de peleas”
 (Julín 89:).

Ia’acov siguió hablando:
“Son veinte ańos que he estado trabajando para ti. En todo este tiempo, jamás tus cabras o tus ovejas perdieron su cría, ni consumí alguno de tus carneros. Tampoco traje un animal que hubiera sido atacado por fieras salvajes, yo me hice cargo de todo ello - si restara algo de día o de noche. Todo esto lo hice aun bajo condiciones sofocantes del calor del día, o de congelamiento de noche, de modo que se me escapara el sueńo de mis ojos…
Trabajé catorce ańos por tus dos hijas, y seis ańos por tu ganado… - y, aun así, me engańaste repetidamente…
Si no fuera por el temor que infundió el D”s 
de mis padres, me hubieses dejado ir con las manos vacías - mi maltrato y el esfuerzo de mis manos ha observado D”s, y por ese motivo te reprendió anoche” (Bereshit 31:41).
“Más valioso es el esfuerzo del trabajo honesto - que el crédito por los méritos de los antepasados, pues mientras el mérito de los padres de Ia’acov sirvió para salvar su patrimonio (de manos de Laván), su trabajo honesto le asistió en salvar su vida”

(Midrash Rabá, Bereshit 74:12).


De nuestro patriarca Ia’acov, quien sostuvo una conducta proba frente al engańo continuo, cumpliendo su tarea con honestidad, aprendemos una de las lecciones de vida más nobles.

Obviamente, todo esto depende de la actitud que uno tenga hacia el trabajo, el esmero y la responsabilidad en general. Los “miembros de la nobleza” de la Edad Media (y si se quiere, incluso hasta la actualidad) sostenían que trabajar era algo que se limitaba a los sirvientes. Ellos pasaban sus días practicando duelos, caza de animales y celebrando fiestas y orgías…
Compartamos la siguiente conversación entre Jacky y Sandra, a fin de tomar conciencia de qué estamos hablando:

-“ˇHola Sandra! żcómo estás?”
-“ˇBien, Jacky, sos una ídola, gracias por llamar! ży vos, cómo andás…? Justito te iba a llamar yo. Me acordé de vos anoche en la fiesta de Yanina, terminó retarde y estoy molida, me estalla la cabeza... llegué otra vez retarde al trabajo y no tengo fuerza ni ganas para trabajar…. Y dime… żcómo van esos preparativos para tu casamiento?”
-“Me estoy volviendo loca, porque no doy a basto para hacer todo... el vestido todavía no está listo, el departamento no lo entregan, así que no sabemos dónde vamos a vivir, las tarjetas de invitación salieron mal y hay que hacerlas de vuelta, todo sale al revés… al trabajo voy día por medio y mi patrón no está de acuerdo que falte, porque dice que las cosas quedan hechas por la mitad…”
-“Bueno, che, no es para tanto, él también tiene que entender que uno no se casa todos los días….”
-“…”
-“…”
-“Bueno, Jacky, chau. Voy a colgar en cualquier momento, porque está por entrar mi jefe, y dice que hablo mucho por teléfono y aparte tengo una fila de gente esperando que la atienda y creo que acá necesitan el teléfono, mańana te llamo a esta hora, ˇun beso!”.


żMalas intenciones? żHablar a espaldas de otros? żLashón Hará? Puede no serlo. Hay otra dificultad aquí que está relacionada con la honestidad. Es la ética del empleo.
żTienen Sandra y Jacky derecho a estar conversando sobre sus temas particulares en la hora del trabajo desde el teléfono del lugar de su empleo? żPueden acostarse tarde de noche y que “la cabeza le esté estallando al día siguiente”?
żO “faltar día por medio por sus preparativos para el casamiento”? Sin duda que no.

Es verdad. No son las únicas que lo hacen. Lo cual no significa que esté bien.
Aparte de todo - están los descargos...:
“żquién es el empleador para quejarse del hecho que ellas se tomen unos minutos para refrescarse y despabilarse?”
“ˇSi quiere ser honesto, pues entonces que comience consigo mismo! ˇque pague puntual, que cumpla él con todo lo que prometió!”
Nunca faltan excusas para no cumplir diligentemente con las obligaciones laborales, pero eso - tal como aprendemos de Ia’acov - no modifica la ley.

Acerca del modo de trabajar, nos dice el Ramba”m (Hil. Sejirut 13:7):
“Del mismo modo en que el empleador debe ser cuidadoso con el pago de jornales a sus empleados, así deben estos ser escrupulosos en no perder tiempo de trabajo.
Y mira hasta qué punto los Sabios fueron puntillosos en este tema, que hasta lo liberaron (al empleado) de la cuarta bendición del Bircat HaMazón (que a diferencia de las primeras tres es de orden rabínico y que se recitan después de comer - cuando se alimentó durante sus horas de trabajo)” - para que no distraiga del tiempo de su jornada de trabajo.
Debe el empleado trabajar con toda su dedicación, tal como la Torá refiere respecto a Ia’acov, el justo (cuando le dice a sus esposas que quiere volver a casa): ‘pues con toda mi fuerza trabajé para vuestro padre’.
Es por eso que Ia’acov recibió su recompensa también en este mundo, tal como está escrito: ‘Y se expandió el hombre (Ia’acov) mucho’.

Existen más citas de los Sabios al respecto, p.ej.: “más severo es el robo a un particular que el robo al Santuario...”.
Positivamente, el detalle de estas leyes es más complejo que lo que pueda abarcar esta gacetilla, pero es bueno saber que estas leyes existen y que, así como la Torá protege los derechos del empleado (de cobrar su sueldo puntualmente, poder comer de lo que está produciendo, indemnización en caso de despido, etc.), también es muy estricta respecto a su trabajo honesto”, con toda su dedicación”.

Muchas de estas normas dependen de las leyes y costumbres del lugar y de aquello que se pactó al comenzar la relación laboral.
En caso de diferencias entre las partes, deben acudir a un rabino competente en estos temas para resolver la disputa. Pero más allá de eso, el empleado, como Ia’acov Avinu lo demostró, no debe mermar del rendimiento óptimo de su capacidad.
No debe, de manera unilateral, tomar un trabajo adicional que le quite fuerza y la concentración de un empleo previo. No debe llegar tarde al trabajo ni atender a asuntos particulares cuando le están pagando para que se dedique a la empresa del empleador. No debe llegar cansado ni en ayunas al trabajo.
Debe cuidar los recursos y la mercadería que se le dan, para no malgastarlos y cuidar que el producto sea bueno.
Las huelgas no siempre están permitidas, y menos, el cobro de haberes por los días no trabajados. Peor aun son las huelgas “de brazos caídos”, pues es difícil cuantificar el dańo ocasionado, más así, cuando la falta de dedicación de un empleado impide que otros, que dependen de su accionar, puedan seguir trabajando adecuadamente.

Rav Iosef Henkin sz”l fue por muchos ańos el administrador de “Ezrat Torá” (una organización de caridad de Nueva York). Llevaba escrupulosamente un cuaderno en el cual anotaba los momentos que “quitó al trabajo” para atender un llamado particular y así no recibir sueldo por esos minutos...


Puede ser que no seamos aún ni Ia’acov Avinu, ni Rav Iosef Henkin sz”l y que nos falte mucho para serlo. Sin embargo, decimos ser honestos. Honesto es más de lo que pensamos. La Torá es exigente al respecto y, si no somos Ia’acov, al menos aspiremos a serlo.

Después de pactar con Laván que no se agredirían mutuamente, Ia’acov siguió el viaje con su familia rumbo a la tierra de C’naan.

En el camino de ida hacia Aram Naharaim, Ia’acov había sońado con ángeles que subían y bajaban por una escalera que alcanzaba el cielo. En aquella oportunidad el versículo de la Torá nos adelanta que “(Ia’acov) se encontró con el lugar…” (Bereshit 28:11).
Ahora en el camino de regreso, nuevamente hubo un cruce con ángeles. Sin embargo, en esta oportunidad, “los ángeles lo encontraron a él (Ia’acov - Bereshit 32:2)”. 


El panorama se había revertido. A su marcha de partida, Ia’acov estaba solo y quedó impresionado por el significado del acompańamiento de los ángeles.
En esta nueva coyuntura, fueron los ángeles quienes acudieron a la cita, esta vez impresionados ellos por el cuadro de una familia ordenada y bien educada como la de Ia’acov (en quienes no había duplicidad alguna - Shabat 146.), que fue criada en circunstancias moralmente adversas - como la casa de Laván, y, sin embargo, siguieron los lineamientos del padre y del abuelo (R.Sh.R. Hirsch sz”l).

Daniel Oppenheimer


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